El té en la poesía en prosa moderna
Prepárate una taza de un buen té y saboréalo con atención, es el sabor del mundo.
La amargura es la amargura de mirar hacia el pasado.
Es el pesado confinamiento de las montañas lo que nos impide ver la lejanía.
Está desnudo y hambriento, dejándonos luchando contra el hambre y el frío.
Ese era un trabajo agrícola interminable, que nos hacía lucir morenos y callosos.
Esta es una cosecha trágica que nos hace cuestionarnos la esterilidad de la tierra y la injusticia de Dios.
Fue la partida impotente de nuestros padres la que dejó nuestro cielo sin la luz del sol y de la luna.
Son los ancianos y los niños que quedan atrás los que hacen que nuestra infancia esté envuelta en la nube de la soledad.
Fueron diez años de ventanas frías y calles estrechas, que hicieron nuestras vidas menos coloridas.
Fue una lucha desesperada por la supervivencia, que hizo que nuestros ojos perdieran el escenario de la vida.
El olfato es la felicidad que surge del trabajo duro.
Es una experiencia amarga pero también una alegría salir corriendo de las montañas hacia las luces de la ciudad.
Este es un mundo vasto. Dejar volar a los pájaros es la libertad del cielo, y dejar saltar a los peces es la libertad del mar.
Esa era la juventud del surf, ese era el orgullo de golpear el agua a medio camino y dejar que el barco se detuviera en las olas.
Este es un otoño glorioso y un año fructífero.
Esa es la felicidad de los padres en el mundo, esa es la bendición que los niños quieren criar y los familiares pueden disfrutar.
Era un amor entre las flores y la luna, un matrimonio entre las necesidades diarias y el agua corriente.
Esa es la alegría del aterrizaje del niño, esa es la risa que acompaña su crecimiento.
Ese es el destino y la amistad de los amigos que permanecen juntos toda la vida.
Una taza de té es toda una vida.