Aplausos para ti mismo

El mundo necesita humildad, pero más importante aún, confianza. Entonces, lo que tenemos que hacer muchas veces es aplaudirnos a nosotros mismos.

De todos los poemas de Li Bai, el que más me gusta es su frase: Volveré después de que se me haya acabado todo mi oro, ¡mis talentos serán útiles! Creo que sus palabras han salvado a innumerables personas a lo largo de los tiempos; han dado fuerza a muchas personas que estaban a punto de retroceder y vacilaban, permitiéndoles recuperar la confianza y animarse nuevamente.

Cuando veo programas de variedades en la televisión, a menudo escucho a cantantes famosos o desconocidos las primeras palabras que dicen cuando suben al escenario son: ¡Démosles un aplauso! En otras palabras: Los aplausos no son lo suficientemente cálidos, ¡por favor sean más cálidos! De hecho, si los miras ellos mismos, se aplauden mientras caminan. Tienen tanta confianza que no importa si te mueves o no, si tocas el tambor o no, se aplaudirán inquebrantablemente.

Ellos mismos se han aplaudido. Si estás sentado abajo, ¿aún puedes ser tacaño con el entusiasmo en las manos?

No me gustaba este enfoque. Siempre pienso que aplaudir es la libertad de una persona. Si quiero tocar, puedo tocar. Si no toco, no toco. ¿Por qué debería escucharte? Pero cuando una vez me obligaron a subir al escenario, me di cuenta de que estaba equivocado y cambié completamente de opinión.

Era mi primera vez en el podio. Frente a más de cien caras desconocidas debajo, descubrí que no podía decir ni una sola palabra de la que había planeado hablar. Además, mi mano que sostenía el micrófono seguía temblando y mis pies temblaban. ¿Cómo pudo pasar esto? En ese momento, la presentadora pareció haber descubierto algo. Se acercó, se inclinó hacia mi oído y dijo en voz baja: "¡Vamos, aplaude!". Luego llamó a todos: "¡Aplaudamos todos!". >

Cuando me aplaudí y cuando resonaron los aplausos de todos, descubrí que mis manos y pies ya no temblaban. Nunca pensé que aplaudirse a uno mismo pudiera tener un poder tan grande. Por eso, de ahora en adelante, ya sea dentro o fuera del escenario, nunca olvidaré aplaudir a los demás también es para mí, porque algún día estarás en el escenario.

Nada en la vida es fácil. Ante la cosecha y la gloria, debemos aplaudirnos con valentía. Cuando nos enfrentamos a reveses y dificultades, también tenemos que aplaudirnos a nosotros mismos. Reúna su propio coraje y perseverancia.

Cuando una persona aprende a aplaudirse a sí misma en público, ¿qué más tiene de qué preocuparse y temer?

¡El aplauso es la escalera del progreso de una persona!