Las historias idiomáticas son una bendición disfrazada.
Durante el Período de los Reinos Combatientes, cerca de la ciudad fronteriza del norte, vivía un anciano llamado Sai Weng. Sai Weng crió muchos caballos. Un día, uno de sus caballos se perdió repentinamente. Al enterarse, los vecinos acudieron a consolarlo y le aconsejaron que no se preocupara demasiado. Cuando envejezca, debería prestar más atención a su salud. Cuando Sai Weng vio que alguien lo consolaba, sonrió y dijo: Perdí un caballo, la pérdida no es grande y tal vez traiga algo de buena suerte.
Al vecino le hicieron gracia las palabras de Sai Weng. Obviamente, perder el caballo era algo malo, pero pensó que podría ser algo bueno, obviamente sólo para consolarse. Unos días más tarde, el caballo perdido no sólo regresó a casa por iniciativa propia, sino que también trajo un caballo de guerra huno.
Después de que los vecinos se enteraron, todos admiraron la previsión de Sai Weng. Lo felicitaron y dijeron: Aún tienes previsión. No sólo no perdiste tu caballo, sino que tuviste la suerte de recuperar uno bueno.
Sai Weng no estaba nada contento después de escuchar las felicitaciones de su vecino. Dijo con ansiedad que conseguir un buen caballo a cambio de nada no es necesariamente una bendición, pero puede causar algunos problemas. Los vecinos descartaron su postura como pura astucia senil. Obviamente estaba muy feliz, pero no quise decirlo.
Sai Weng tiene un único hijo al que le gusta montar a caballo. Descubrió que el caballo que traía era un buen caballo, de pezuñas largas, de relincho fuerte, gordo y feroz. Monta todos los días y está orgulloso de sí mismo.
Un día estaba tan feliz que chocó contra un caballo, empezó a galopar, tropezó, se cayó del caballo y se rompió una pierna. Al enterarse los vecinos, acudieron a expresar sus condolencias.
Sai Weng dijo: Está bien. Aún puedo salvar mi vida incluso si tengo la pierna rota. El vecino pensó que estaba diciendo tonterías otra vez. No podían imaginar cómo una pierna rota traería buena suerte.
Pronto, los hunos invadieron a gran escala y los jóvenes fueron reclutados en el ejército. El hijo de Sai Weng no puede alistarse en el ejército porque se rompió una pierna. Todos los jóvenes que se unieron al ejército murieron en el campo de batalla, excepto el hijo de Sai Weng.