Describe la sensación de encontrar un dólar extra para comprar un bolígrafo.
Hace veinte años, durante la temporada de lluvias, nieve y caza en el norte, acababa de graduarme de la escuela secundaria y vine a Nashville solo con mi pasión por la música, con la esperanza de convertirme en presentador de música pop.
Sin embargo, me encontré con obstáculos por todas partes. Después de un mes, mi bolsillo estaba casi vacío. Afortunadamente, un amigo que trabajaba en un supermercado me ayudó en secreto con alimentos vencidos que estaban listos para tirar y pude sobrevivir. Al final solo me quedó un dólar, pero no pude gastarlo porque estaba lleno de autógrafos de mis cantantes favoritos.
Una mañana vi a un hombre sentado en un coche destartalado en el aparcamiento. Durante dos días el coche permaneció estacionado. Y el hombre me saludaba suavemente cada vez que me veía. Me pregunté por qué se quedaba allí en medio de una tormenta de nieve tan fuerte.
A la tercera mañana, cuando me acerqué al coche, el hombre bajó la ventanilla. Me detuve y comencé a hablar con él. Durante la conversación, supe que solicitó un trabajo aquí, pero como llegó tres días antes, no pudo trabajar de inmediato. No había dinero en mi bolsillo, así que tuve que quedarme en el auto sin comer ni beber.
Se mostró tímido por un momento, luego se sonrojó y me preguntó si podía prestarle un dólar para comprar algo de comida y pagarme más tarde. Sin embargo, tampoco puedo protegerme. Le expliqué mi dilema y me di la vuelta, incapaz de soportar la expresión de decepción en su rostro.
En un instante, recordé el dólar que tenía en el bolsillo. Después de dudar por un momento, finalmente me decidí. Caminé hasta el auto y le entregué el dinero. Sus ojos se iluminaron de repente. "Alguien ha escrito por todas partes", dijo. No se dio cuenta de que todos eran autógrafos.
Ese día, traté de no pensar en este precioso dólar. Sin embargo, con el paso del tiempo, esa mañana, una emisora de radio me notificó para grabar un programa con un salario de 500 dólares. A partir de entonces, me convertí en un éxito instantáneo y me convertí en presentadora oficial del programa. Ya no tuve que preocuparme por la comida ni la ropa.
Nunca volví a ver ese coche ni a ese hombre. A veces me pregunto si es un mendigo o un mensajero enviado del cielo. Pero una cosa está clara: ésta fue una prueba crucial en mi vida y la superé.