Un ensayo
Todo sigue igual que antes. La familiar campana de la escuela resonó en mis oídos. A las 8 en punto, abrí un libro nuevo. Fue otro semestre largo.
El primer día de clases todavía está fresco en mi memoria y mi corazón emocionado aún no se ha calmado. Este día siempre es bueno. Esto significa que hemos vuelto a crecer y es hora de luchar por nuevas metas. Al ver las caras amables y sonrientes de mis compañeros y profesores, no pude evitar sentir ondas en mi corazón. Al mirar un libro desconocido, una especie de curiosidad brotó desde el fondo de mi corazón y mi interés por aprender era de alguna manera más fuerte que el café negro. Ese día no vimos ningún comportamiento incivilizado en la escuela. ¡Todos siguen las reglas, tal vez para proteger la hermosa flor en nuestros corazones! Cuando el sonido de la lectura resonó en el campus, la brillante bandera roja de cinco estrellas se volvió aún más deslumbrante.
El primer día de clases también es amargo. Cuando pienso en despedirme de unas felices vacaciones, de repente me viene a la mente ese sabor amargo. Sí, cuando cargas esa pesada mochila y entras al campus, la libertad y la alegría desaparecen sin dejar rastro como una nube pasajera. Durante la escuela, es posible que escuches elogios con frecuencia, pero la mayoría de las veces escucharás críticas. Todo el mundo es vanidoso, ¿quién no quiere ser reconocido por todos? Pero cuanto más sucede esto, más tendrás que pagar. No es de extrañar que todos los días salga temprano y vuelva tarde y lea por la noche. Lo más incómodo es ir a clase con hambre todos los días. Aún así, debes estudiar mucho, de lo contrario podrías recibir duras críticas de profesores y padres. Todo lo malo queda al descubierto. Cuando pienso en todo esto, las lágrimas no pueden evitar rodar por mis ojos... ¡El primer día de clases es siempre el comienzo de nuestro "fin del mundo"!