"No juzgues a los demás, para que no te juzguen a ti."
Andre Moritz escribió muchas "conclusiones" en su libro "Todo en la vida viene por ti".
No importa quién la mire desde cualquier ángulo, una moneda siempre será una moneda. Nuestra preferencia no aumenta ni disminuye el valor de la moneda, ni impide que otros la vean exactamente desde la perspectiva opuesta. De manera similar, los juicios sobre personas, acontecimientos y cosas son sólo verdades personales, y otros pueden tener opiniones completamente diferentes.
Lo que nos gusta y lo que no nos gusta de los demás es un reflejo de algunas de nuestras cualidades internas en ellos. Cuando evaluamos a los demás, lo que odiamos o a lo que nos oponemos no es a la otra persona, sino nuestra autoevaluación de nosotros mismos como "no lo suficientemente buenos" reflejada en las palabras, hechos y opiniones de la otra persona. Intentamos comprender nuestra verdadera naturaleza juzgando a los demás para expresar nuestras opiniones sobre nosotros mismos. Cuando aprendemos lo que necesitamos aprender, el juicio pierde su valor.
La vida es como una obra de teatro. Creamos y desempeñamos varios roles que pueden mostrar nuestras propias características, pero no son nuestro verdadero yo. El proceso de conocer tu verdadero yo es como pelar una cebolla. Cada capa representa una identidad, y cada identidad tiene su propia misión específica para ayudarnos a aprender y dominar diversas lecciones de la vida. No sólo tenemos que desempeñarnos bien, también tenemos que aprender a dejar ir. Cada situación de la vida nos permite experimentar un sentido de valor completamente diferente. Después de experimentar varias pruebas y desafíos, gradualmente formaremos un verdadero sentido de nosotros mismos.
Somos producto de nuestra propia creación. Todos los problemas que enfrentamos provienen de dentro. Los problemas y situaciones nunca se resolverán satisfactoriamente a menos que cambie la forma de pensar.